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Texto y fotos de Salvador González Escovar.

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La subida a este vistoso roque, de algo más de 2.500 m.s.n.m., que flanquea el anfiteatro de Las Cañadas del Teide por su sector suroccidental, se acomete desde la zona de El Retamar, concretamente el ascenso empieza justo en una pronunciada curva a la izquierda en la carretera de Vilaflor a Las Cañadas.

 

429791_296935603705465_334588113_nTrazas de senda y mojones, menos abundantes al principio, ascienden por el fondo de un barranquillo, entre postreros pinos, retamas, cabezones, chaorras, rosalitos, codesos, turgaytes,… y salvando pequeños escalones a lo largo de su cauce.

 

417084_296938447038514_736457615_nEl Barranco seguido surge en la degollada existente entre el Roque del Almendro y el Roque de El Sombrerito, montaña que también se le conoce con el topónimo de La Cachucha, característico por la forma de su cima, que recuerda a la de un sombrero, si es visto desde su falda sur.

 

406487_296936617038697_598082169_nEl primer tramo del recorrido finaliza en ese collado, donde la mirada divaga hacia el norte, encontrando la mole del estratovolcán Teide-Pico Viejo elevada sobre el extenso fondo de la caldera de Las Cañadas. Esta zona esta despoblada de codesos y retamas, pues aún son visibles los efectos del gran incendio acontecido en la zona hace más de una década en las esqueléticas y ennegrecidas ramas de ese matorral de cumbre.

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Desde la degollada hay que ladear un poco ganando algo de altura hacia la vertiente sur de El Sombrerito hasta alcanzar un saliente rocoso, por el que asciende de forma más decidida la vereda, guiada por mojones abundantes, los cuales nos conducen a la base de la parte más difícil, en principio, de la subida, la pared final que rodea por todas partes la cima de la montaña.

 

427011_296936360372056_943095164_nSin embargo, una vez llegado a dicha base, existe un paso sencillo, también amojonado, por el que ni siquiera es necesario trepar, a través de un corto (y poco aparente desde la distancia) corredor o canaleta que rápidamente nos asoma sobre la amesetada cumbre.

 

417098_296938603705165_417815205_nEn definitiva la subida a esta montaña resultó mucho más fácil de lo previsto, si tenemos en cuenta las apariencias de la montaña vista desde El Retamar.

CUMBRE VIEJA (LA PALMA)

28 enero, 2017

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Texto de Salvador González Escovar.

15697576_1359493277449687_8210759309260522770_nAdemás de la famosa Ruta de Los Volcanes existen otros pateos por la Dorsal montañosa de Cumbre Vieja, tanto por su vertiente oriental como por la occidental.

Uno de ellos (PR LP 16) es el que comienza en Mazo, pueblo de las medianías de la fachada oriental de ese macizo volcánico.

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Ascendemos en primer lugar por asfalto y pistas de tierra, pasando por el lado sur de la Montaña de Las Toscas, entre zonas de pastos para el ganado vacuno y de cultivo como vides y manzanos, aprovechando la escasa pendiente del terreno que existe antes de entrar en el bosque existente a mayor altura.

Al seguir subiendo aumenta el desnivel cuando nos aproximamos al destacable y redondeado Roque Niquiomo, vistoso promontorio que parece un islote rocoso ya en medio del bosque, formado por monteverde de fayal-brezal, laureles, acebiños y follaos.

La primera sorpresa la encontramos al pie del citado peñón, en forma de una profunda, oscura, ancha e imponente sima, con una gran cueva en el fondo, que se hunde bajo el ramaje y lianas del bosque.

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Seguimos subiendo y aunque estamos en las inmediaciones del Niquiomo, no lo conseguimos ver de cerca, permaneciendo oculto detrás de la frondosa arboleda. Más arriba el sendero da paso a una pista de tierra y pasamos por el Llano de Las Moscas, donde hay una construcción que asemeja un campamento; ahora la pendiente suaviza y el bosque se abre, apareciendo también codesos, escobones, jaras, rosalitos, poleos y los primeros pinos, bosque que nos acompaña a partir de aquí hasta coronar las cimas de Cumbre Vieja.

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La larga pista de tierra nos conduce hasta la base del Roque Nambroque (1.921 m.s.n.m.), una de las cimas más elevadas de este campo volcánico y ligeramente desplazado a oriente de la crestería de Cumbre Vieja. Finalmente un sendero (SL VM 125) pasa bajo la pared oriental del roque, vertical y gris fachada que resalta en el entorno volcánico que caracteriza las cimas de esta alargada dorsal volcánica que se eleva entre el centro y el sur de la isla. Ese sendero se dirige hacia el norte y comunica poco después con la Ruta de Los Volcanes tras atravesar una piconera marrón a un nivel prácticamente constante.

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Otro sendero (PR LP 15) comienza más al sur, en Tigalate, a unos 700 m. de altura sobre el nivel del mar y también en la vertiente oriental de Cumbre Vieja. En este caso se atraviesa la dorsal volcánica de este a oeste, haciendo cumbre en el Collado de Las Deseadas y bajando por la fachada occidental de la isla hasta llegar a Jedey.

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El camino se muestra al principio bastante ancho y delimitado por muros de piedra, lo que hace recordar a un camino real utilizado antiguamente en la trashumancia del ganado. Al comienzo de la subida el pinar se acompaña de algún que otro brezo y helecho, lo que denota que, a pesar de encontrarnos bastante al sur, existe cierta influencia del húmedo alisio por estar en la vertiente oriental de la isla, que es barrida frecuentemente por el mar de nubes.

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Después de una desviación a la izquierda y continuando entre muros de piedra, dicho sendero muere en una pista de tierra que también viene de Tigalate y que ya no abandonamos hasta alcanzar el punto más elevado de la travesía. La pista es bastante larga, lo bueno de esto es que la pendiente es más suave, en comparación con la inclinación del primer tramo a través del camino real.

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En algún recodo de la citada pista se abre una una ventana a través del pinar canario, ofreciéndonos vistas de parte de la vertiente subida y de la cada vez más lejana costa, mientras que mirando hacia las cumbres se adivinan las laderas, bastante desnudas de vegetación y de diversos matices cromáticos, de los conos volcánicos a los que paulatinamente nos aproximamos.

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Antes de llegar al Collado de Las Deseadas, en la divisoria de ambas vertientes oriental y occidental de Cumbre Vieja, el mundo volcánico que ya tenemos cerca nos da la definitiva bienvenida con el Malpaís de La Malforada, un río de lava petrificada y marrón oscuro que constituye un paréntesis en el verde del pinar, colada originada por la erupción del cercano Volcán Duraznero en el año 1949 y esparcida por esta ladera oriental en dirección al litoral.

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Tras el último repecho en la pista estamos en el Llano de Las Brujas, una planicie de picón, apenas unos metros por debajo del Collado de Las Deseadas, localizado al pie de la base sur del Volcán de La Deseada, la montaña más elevada de Cumbre Vieja con 1.949 m.s.n.m. En el collado homónimo enlazamos con la Ruta de Los Volcanes (una parte del GR 131), la senda que atraviesa longitudinalmente la Dorsal de Cumbre Vieja.

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Antes de descender por el lado oeste de Cumbre Vieja merece la pena subir al cercano Volcán de La Deseada para contemplar desde el punto más alto de esta hilera volcánico el inmenso panorama que se despliega en todas direcciones: extensos pinares invaden ambas inclinadas vertientes insulares que colapsan en el lejano océano, y donde no hay pinares es porque el lunático y oscuro terreno volcánico dominado por siniestros malpaíses, desoladas piconeras y desfigurados conos volcánicos los borró del mapa.

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Alargando la mirada hacia el norte, el anfiteatro de la Caldera de Taburiente dibuja un incomparable telón de fondo del más cercano campo volcánico en el que sobresalen algunos puntos elevados como los volcanes del Birigoyo, Nambroque, Hoyo Negro y Duraznero.

Hacia el sur la hilera volcánica pierde altura detrás del Pico del Cabrito y del oscuro Volcán del Charco, cuya erupción del año 1712 formó una extensa piconera esparcida por la vertiente occidental de Cumbre Vieja.

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Comparado con el aspecto siniestro y ennegrecido que presentan la mayoría de los volcanes citados anteriormente, el Volcán de La Deseada, de tonalidad más pálida, asemeja un cono plácidamente adormecido, y cuyo perímetro puede ser fácilmente recorrido, ofreciendo de esta manera apoteósicos y extasiantes panoramas 360º a la redonda alrededor del cráter, visiones que no se cambian por nada en la experiencia montañera por muy dilatada que ésta sea.

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Retornamos al sendero PR LP 15 que cruza Cumbre Vieja de lado a lado. El Volcán del Charco se encuentra asentado ligeramente sobre la fachada occidental de esta hilera volcánica, pasando el sendero próximo a él. Sobre sus lisas y oscuras laderas de picón apenas se aventuran unos pocos pinos solitarios, mudos testigos de la gran porción del pinar sepultada por la colada de lava que se extendió ladera abajo y creando un paisaje genuinamente desolado y lunático. Mirando hacia el interior del cráter se adivina el tormento que debió suponer para la corteza terrestre la erupción del Volcán del Charco hace unos 300 años.

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Desde el Collado de Las Deseadas, como se ha indicado, desciende la senda hacia la vertiente oeste; al poco tiempo desemboca en otra pista de tierra que continua bajando describiendo alargados zig-zags sobre el terreno, que hacen disminuir la pendiente del recorrido y que ya ha sido invadido por la inmensidad del pinar. El bosque apenas permite dejar escapar la mirada más allá de él, teniendo únicamente en los recodos del trayecto esporádicas panorámicas de la vertiente oeste de Cumbre Vieja, donde agrestes coladas de lava petrificadas y malpaíses entrecortan el extenso pinar, mientras nos alejamos paulatinamente de las cimas volcánicas que hemos cruzado y que parecen ajenas a la vida vegetal porque el bosque no las consigue colonizar.

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La pista recorrida se une con la pista general que une Fuencaliente con El Paso, siguiendo un pequeño tramo por ella en dirección norte, para luego abandonarla y seguir bajando, atravesando una pequeña colada lávica que nos conduce a otra pista que llanea hacia el norte, tramo en el que el pinar convive con cultivos de vides, manzanos, higueras, almendros y castaños en estado semisalvaje.

Más adelante el cartel indicativo nos desvía por un camino que desciende atravesando algunos barranquillos, avistando al poco tiempo el vistoso Volcán Tajuya, hacia el norte, para al final de la larga bajada, tenerlo sobre nuestras cabezas.

Enormes bloques de basalto destacan en su cima y parecen mantener un inestable equilibrio sobre el borde exterior del cráter, coronando la ladera de lapilli que tenemos encima.

El final del sendero se une a una pista asfaltada que nos termina de bajar, paralelamente y junto a otro malpaís, hasta la localidad de Jedey, a unos 700 m. de altitud.

 

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Texto y fotos de Salvador González Escovar.

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En el sureste de Gran Canaria, una serie de barrancos paralelos surcan la parte baja del Valle de Tirajana. El recorrido senderista comienza en el Barranco de la Angostura, asciende por el seco cauce, adornado de esbeltas palmeras, hasta que encontramos hasta que encontramos una cueva y unas pozas de agua, entonces ascendemos por la vertiente sur del barranco pasando al siguiente barranco, el de Cuevas Blancas, donde nos sorprende la presa vacío del mismo nombre, descendemos a su lecho, subimos por el cauce, para pasar al siguiente tajo, el de La Fortaleza, por el que descendemos, pasando al lado de las vistosas Fortalezas de Ansite y de Titana, lugares de interés arqueológico debido a la presencia de asentamientos aborígenes y de reseñable interés paisajístico por el hermoso palmeral natural que invade el cauce y las laderas cercanas. 

 

10360682_867911579941195_3442695660539007098_nPor último descendemos al Barranco de La Colgada, donde destaca un vertical y arqueado cortado en la pared del cañón, y poco más abajo encontramos un largo túnel que nos devuelve al Barranco de La Angostura, a poca distancia de donde partimos.

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Texto y fotos de Salvador González Escovar.

12688329_1079624432103241_2016421654738011539_nDesde el pueblo de Arona nos dirigimos al barrio de Vento, abandonamos el asfalto y luego se atraviesa el Barranco del Rey, linde natural entre los municipios de Arona y Adeje, subimos a la Degollada de Los Frailitos, situada entre la Loma de Suárez y la arista norte del Roque del Conde, desde donde se contempla una espectacular panorámica del abrupto Macizo de Adeje, uno de los más antiguos de la isla, para luego seguir ascendiendo hasta Ifonche, concretamente hasta la degollada ubicada entre el Roque de Los Brezos y la Pica de Imoque, ladeando por la vertiente suroeste de este puntiagudo y vistoso roque.

A lo largo del recorrido encontramos casas tradicionales de labranza, eras y bancales abandonados, mudos testigos del laboreo de estas secas y austeras tierras durante épocas pasadas.

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Otra alternativa para llegar a Ifonche es seguir el curso del Barranco del Rey sin cruzarlo, continuando más o menos próximos a su borde oriental, tramo que presenta el atractivo de apreciar el vertiginoso salto en el cauce del tajo que repentinamente profundiza y encajona el barranco poco antes de llegar a Ifonche, caída conocida como el Salto del Topo, en cuyo fondo existe una galería de agua de idéntico nombre. 

La cara oriental del Pico Imoque parece surgir desde las entrañas del Barranco del Rey hasta la picuda cumbre, o bien derrumbándose sobre el abismo y configurando un paisaje de una inusual magnitud vertical que detiene la marcha y satura las retinas.

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Desde Ifonche resulta sencillo escalar tanto la doble cima del Roque de Los Brezos como la cercana del Pico Imoque, en este caso subiendo por su arista oeste hasta la base de la rocosa cúspide final, que se supera mediante una trepada por su cara norte.

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Texto y fotos de Salvador González Escovar.

10426123_868176339914719_48660145656001237_nUno de los barrancos más hermosos que desembocan en el sureste grancanario es sin duda el Barranco Hondo, el profundo surco, desgastado y erosionado por la acción del tiempo y que separa en dos sectores el escarpado Macizo de Amurga.

La orografía de este encajonado tajo es muy espectacular; en los laterales del cauce, se levantan enormes paredes verticales traspasadas por cientos de cuevas, de todos los tamaños, formas y accesibilidades posibles, que dan al lugar un entorno parecido al mítico oeste americano.

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Mientras avanzamos por el fondo, los grandes despeñaderos se desmoronan desde las cimas más altas, sobre los más de 300 metros de cota, donde podrán deleitarse los amantes del garrapateo y de los itinerarios en trepada.

Toda la zona es fascinante, decorada con multitud de gigantescos cardones, uno de los pocos sectores de Gran Canaria, junto con el Macizo de Guguy, que presenta esta característica. 

La ruta recorre parte del cauce de Barranco Hondo hasta llegar al caidero, un potente paredón insuperable que pone fin al trayecto por el lecho del barranco, aunque éste continúe aguas arriba, hacia las cimas de Amurga.

El paisaje viene condicionado por las laderas desgastadas y perforadas del barranco, donde aves de gran tamaño nidifican en sus cavernosas grutas, viviendas de antaño de civilizaciones pasadas.

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La existencia de pequeños roques solitarios con restos de la cultura aborigen, custodiando desde lo más alto de los pequeños cañones que se abren hacia el cauce, ponen de manifiesto ciertas zonas que aún no han vuelto a ser transitadas desde hace siglos, posiblemente por la constante y dura erosión a la que se ha visto sometida toda esta zona desde tiempos remotos y lo cual ha hecho cambiar drásticamente el panorama; una de esas sendas, un tanto perdida, asciende desde el cauce por la ladera sur del barranco hacia el altivo Arco del Coronadero (en realidad dos arcos paralelos y próximos entre sí, uno más largo que otro), formando la estructura pétrea arcada más grande de la isla y punto álgido de la ruta, desde donde apreciar el discurrir del tajo que queda a nuestros pies, sintiendo el abismo del Barranco Hondo en estado puro y contemplando esta profunda hendidura excavada en las zonas más bajas del macizo de Amurga.

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Otra particularidad que puede apreciarse desde el Arco del Coronadero es el conjunto de «torretas» o amontonamientos de lajas en lugares casi inaccesibles de la vertiente opuesta del barranco, que según algunos autores, podrían haber servido como un calendario solar a los aborígenes de la isla, indicando las épocas importantes de cara a las cosechas, el pastoreo y la meteorología.

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La ruta continúa por el barranco paralelo por el sur, el de Berriel, bajando previamente por el lomo divisorio que lo separa del Hondo, y posteriormente alcanzando su lecho. Finalmente un túnel comunica ambos tajos y nos devuelve al fondo del Barranco Hondo.

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Texto y fotos de Salvador González Escovar.

1901813_896570487075304_3553230875648315783_nEl inicio de esta ruta coincide con una parte de la excursión que pasa por la Montaña Bilma, al noroeste de Tenerife. Después de haber salido de Las Casas de Arriba y haber ascendido hasta la parte norte de dicha montaña, atravesamos una de las coladas del volcán Chinyero; estamos pisando el terreno más joven de la isla, pues estos malpaíses tienen apenas un siglo de edad.

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Seguimos subiendo, atravesamos el canal de Vergara, y ahora un ancho sendero se desvía de la lengua de lava y nos sube entre el pinar a la oscura plataforma lávica de la que sobresale, y a la que dió lugar, el negruzco volcán protagonista de esta caminata. Al igual que en otras erupciones históricas de esta o de otras islas los pinos se dan prisa por colonizar este siniestro paisaje.

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Se puede ascender a la parte más alta de lo que queda del cono, justamente la parte occidental. La erupción arrasó la ladera oriental del mismo, observándose de donde emergió la colada principal y como se dividió en diferentes lenguas bordeando otras elevaciones pendiente abajo. Monte arriba, hay más volcanes que se ven coronados en el complejo Teide-Pico Viejo, pero la colada que venimos siguiendo fue vomitada justo bajo nuestros pies. Desde la parte alta de este desfigurado volcán, se observan suaves planicies recubiertas de lapilli que logran borrar el relieve, otros numerosos volcanes vecinos y como el pinar se reparte formando manchones verdes cuyo ímpetu contrasta con el oscuro y apocalíptico entorno de estos ríos de lava petrificada.

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En cuanto a la excursión por el Volcán de La Botija, el primer tramo de la misma coincide con la de «Pico Viejo», es decir, partiendo del mirador de Las Narices del Teide. Llegados un punto, en vez de ascender hacia Pico Viejo, continuamos en dirección noroeste, ascendiendo poco después, levemente por la Montaña de La Cruz de Tea, uno de los muchos conos volcánicos, de laderas lisas y desoladas, negruzcos o parduzcos, repartidos por este vasto campo de pequeños volcanes que domina la dorsal noroccidental de la isla. Lo bueno de caminar por lapilli, es que al escasear la vegetación, la marcha no se ve interrumpida, siempre que la pendiente del terreno no sea elevada, como es en este caso, así que descendemos campo a través hasta el siguiente volcán ennegrecido y desolado, que es la Montaña de Sámara. La máxima dificultad la encontramos, poco antes de alcanzar la falda de esa elevación, al atravesar un no demasiado ancho malpaís marrón cuya rugosidad destaca sobre más oscuro, liso y amplio terreno de picón. Ascendemos hacia el borde del cráter, y como en lo alto del cono anterior, las vistas de toda la vertiente volcánica de Tenerife resultan estratégicamente bellas para identificar los puntos notables existentes entre el Macizo de Teno (en el que sobresalen Baracán, Erjos, Bolico, Guergue, La Fortaleza, Illaga, Risco Blanco, Guama) y el Pico Viejo, tras el cual asoma el pico del Teide. Entre ambas fronteras visuales vamos recorriendo con los ojos otros volcanes vertiente abajo, como la Montaña de Bilma, la Montaña del Estrecho y el Chinyero, Abeque y Los Poleos, formando una sucesión de volcanes, unos invadidos por el pinar, y otros desnudos, al igual que las lenguas de lava solidificada. Estos volcanes y el pinar que va reclamando sus antiguos dominios, forman una hilera de contraste entre el verde y el negro, entre la vida y la destrucción, que alcanza las mismas laderas del Pico Viejo.

Existe un camino que rodea el Volcán de La Botija, descendiendo y uniéndose ambas variantes en el siguiente volcán ladera abajo, lugar en el que finaliza el recorrido, que se encuentra junto a la carretera que sube desde Chío a Boca Tauce.

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Para volver desde este cono hasta el punto de partida subimos por un camino que transcurre por uno de los bordes de una caótica y siniestra barranquera que nace de otro vetusto volcán que bien hace honor a su nombre: Montaña Reventada, prácticamente partida por la mitad, observándose el negro malpaís que recubre el cauce de la citada barranquera, hasta la fecha imborrable recuerdo de la lava vomitada. Algún pino aislado impone una mota de vida en este aparentemente estéril paisaje, como si se tratara de una bandera en medio de un desierto lunático, tal vez anunciando el devenir de una conquista. 

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Al alcanzar la ladera sur del volcán viramos hacia el sur, andando por una planicie con rumbo a la Montaña de la Cruz de Tea, no haciendo falta seguir camino alguno porque el lapilli liso permite una marcha fácil, mientras contemplamos la alfombra que forma un retamar sobre la ladera del Pico Viejo, la cual comienza al final de esta negra llanura. 

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Desde este negro y liso volcán de la Cruz de Tea, un sendero parece buscar la ladera del Pico Viejo, supongo que ascenderá hasta enlazar con el camino pateado en esa ruta anteriormente descrita.

Finalmente volvemos por el mismo sendero que nos condujo desde el Mirador de Las Narices del Teide hasta la Montaña de La Cruz de Tea.

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Texto y fotos Salvador González Escovar.

Este recorrido comienza en Los Silos, al noroeste de Tenerife. 

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Se asciende por medio de un camino de herradura a esa estribación montañosa, situada en la divisoria que separa el Barranco de Los Pasos del Valle de El Palmar, todo ello localizado en la vertiente norte de la región de Teno. El Barranco de Los Pasos lo vamos contemplando en su longitud según vamos ganando altura, y como otros tajos vecinos por el este, nace de la frondosidad del monteverde del Monte del Agua, profundizándose y abriéndose al avanzar hacia la plataforma costera, alcanzando su máximo encajonamiento antes de ella.

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Al llegar a la lomada, al otro lado, tenemos el amplio y humanizado Valle de El Palmar, con el Pico Baracán y parte del Risco de Teno destacando en el filo de la vertiente opuesta. Mirando hacia la costa norte de la isla se distinguen los cortados precipicios que dan nombre a los Acantilados de Interián, los cuales se desploman, como muchos otros por esta zona, sobre la plataforma costera que se extiende hasta Buenavista, paisaje dominado por núcleos urbanos y plataneras.

Continuando por la crestería del barranco, nos vamos adentrando en la laurisilva del Monte del Agua; un camino desciende a El Palmar. Nosotros seguimos hasta tomar la pista que atraviesa ese vergel.

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Volvemos al punto de partida después de haber caminado un buen trecho por la citada pista, y luego bajando por Las Moradas, contemplando otro barranco que comparte cabecera con el anterior. Se trata del Barranco de Los Cochinos, el cual, divisado desde poco antes de llegar a las abandonadas casas de Las Moradas, se observa como se adentra hasta el mismo corazón del Monte del Agua, nutriéndose de barranquillos secundarios y extendiéndose en abanico en la frondosa cabecera.

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El barranco presenta su máximo encanto, encajonamiento y profundidad justo antes de unirse al de Cuevas Negras, bajo esas olvidadas construcciones de piedra y, hoy en día, tejados semiderruidos. Luego el sendero sigue bajando por el Barranco de Las Moradas hasta Los Silos, barranquillo que, en cuanto a su dimensión vertical, poco tiene que ver con sus vecinos contemplados durante esta ruta.

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Texto y fotos de Salvador González Escovar.

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El volcán de La Deseada es el punto más elevado de la Dorsal de Cumbre Vieja, con una altura de 1.949 m.s.n.m. Esta alargada hilera volcánica constituye la espina dorsal que divide ambas vertientes de la zona meridional de la isla, entre el refugio de El Pilar y el faro de Fuencaliente.

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El pateo empieza en la zona recreativa y de acampada de El Pilar, comenzando a subir por la ladera norte del Pico Birigoyo, entre la frondosidad del pinar mixto (acompañado de escobones, jaras, codesos, brezos, fayas, laureles y follaos), arboleda tupida que disimula el matiz volcánico del terreno en el que nos encontramos. Al ganar altura el pinar se va haciendo más seco y abierto, mientras la vista se va poniendo a tono con las panorámicas que dejan escapar los pinos hacia las cumbres de la Caldera de Taburiente y también hacia la parte alta del Valle de El Paso, en la zona occidental insular.

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Poco más arriba, llega un momento en que el pinar se abre completamente, quedando por debajo del sendero seguido (GR 131), el cual ahora llanea y baja ligeramente, bajo la oscura, empinada y desolada cara norte del Pico Birigoyo, que es una extensa piconera lunática que se eleva hasta este primer volcán importante, de algo más de 1.800 m. de altura, de la Ruta de Los Volcanes.

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Antes de abandonar esta ladera del volcán, nos recreamos con el espectacular panorama hacia Cumbre Nueva, que por su altura modesta que no llega a los 1.500 m., parece un puente de unión entre la Cumbre Vieja y la arista del Valle del Riachuelo, la que culmina en el saliente de Punta de Los Roques, y a partir de él seguimos recorriendo con la mirada las cumbres que bordean el circo de las cumbres de la Caldera de Taburiente, situadas detrás del primer eslabón montañoso del Pico Bejenado, limitando por el sur dicha depresión.

Después de una leve bajada contorneando el Birigoyo, el camino se ensancha, retorna la cuesta arriba y volvemos al dominio del pinar canario que oculta la mirada, pero no por mucho tiempo.

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Poco después de pasar un puente de madera, las retinas vuelven a estar de enhorabuena, no solo se dominan visualmente la vertiente oeste de la isla, y hacia el norte el anfiteatro perimetral de la caldera, sino también se va adivinando la caída de esta sucesión volcánica hacia oriente, a la vez que las sensaciones pasan tan rápido como las nubes que remontan la hilera de Cumbre Nueva cientos de metros por debajo de nuestra privilegiada situación.

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El paisaje se torna definitivamente lunático; escorias, cenizas volcánicas, cráteres y desolados montículos de picón se reparten a lo largo de la cresta por la que transita el polvoriento sendero. Los pinares que hasta mediados del siglo pasado poblaban estas cumbres pasaron a mejor vida borrados del mapa por la sepultadora y a la vez rejuvenecedora fuerza interna del planeta, y actualmente y de manera aislada intentan recolonizar el medio del que bruscamente fueron eliminados. El Matorral de alta montaña ocupa su espacio y se afana en sobrevivir en el sustrato de escorias y lapilli, formado principalmente por rosalitos, tajinastes, corazoncillos, escobones, codesos, poleos, alhelíes y fistuleras.

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El siguiente hito montañoso importante es el Roque Nambroque, de 1.921 m.s.n.m., ligeramente desplazado hacia el este de la divisoria volcánica. Los pilares basálticos de la cima se desploman por su parte oriental y destacan en el entorno volcánico, cual islote rocoso de otra época geológica que perdura en el tiempo resistiendo las envestidas eruptivas posteriores.

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Desviándonos del camino principal, una corta y señalizada senda nos conduce a la cumbre del Nambroque, mostrándonos desde allí majestuosas vistas de la vertiente oriental de La Palma, comprendidas entre la zona capitalina y la del municipio de Mazo, y a su vez como desde la costa esta extensa ladera con poblaciones y bosques se eleva de forma continuada hasta alcanzar este vértice geodésico y la cadena volcánica que vamos dejando atrás.

Alargando la vista hacia el norte, el Pico Birigoyo, al que ya hemos superado en altura, es distinguible por su silueta cónica, y más allá el Bejenado y el cresterío de la Caldera de Taburiente forma un fondo paisajístico incomparable a este mágico y encantador relieve.

Mirando hacia el sur del Pico Nambroque ya distinguimos nuestro destino de La Deseada y el Pico del Cabrito, aunque antes pasaremos por otros volcanes impactantes.

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Nos sentimos afortunados de disfrutar de este magnífico paisaje en todas direcciones, en el que predominan las laderas inundadas de pinares y volcanes que esparcieron sus lenguas de lava vertiente abajo, pintando las laderas de matices ocres, marrones, rojizos y gris oscuro. Estamos en el tramo más espectacular y elevado de la Ruta de Los Volcanes, el situado entre el Pico Birigoyo y La Deseada.

Junto al Roque Nambroque nos sorprende la presencia de una vertical sima volcánica, comparativamente bastante profunda con respecto al reducido diámetro del agujero.

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Retornando al GR 131 el sendero prosigue su particular sube y baja a lo largo de esta altiva hilera minada de volcanes que en días despejados nos enseña vistas de ensueño sobre ambas vertientes de la isla. Después de una leve bajada, un caótico y gran socavón abre repentinamente la corteza volcánica, sacudiendo también nuestros sentidos: es el cráter del Hoyo Negro (1.870 m.), dejando ver su enorme boca eruptiva, el camino que debió seguir la lava ladera abajo y haciéndonos imaginar el espectáculo pirotécnico de la erupción acontecida en el año 1949. Aparecen bordes estratificados y plegados de pálida tonalidad formados por piedra pómez compactada, recortados verticalmente formando azarosos e inestables entrantes y salientes sobre el hoyo que parecen que se van a desplomar en cualquier momento. Las grandes piedras amontonadas en el fondo y el aspecto siniestro y desfigurado del cráter hacen pensar en una fase explosiva de este volcán, algo poco frecuente en el vulcanismo canario, caracterizado por erupciones tranquilas de tipo estromboliano.

Todos estos cráteres de Cumbre Vieja son hoyos negros pero éste es sin duda el más espectacular. Ni un pino se adentra en sus dominios. Terreno prohibido y vedado a la vida, al menos vegetal.

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Seguimos hacia el sur y a poca distancia aparece otro volcán que también erupcionó en el año 1949, el Volcán Duraznero, abierto al este por donde se abrió camino la colada lávica siguiendo una estrecha zanja que alcanzó la costa oriental de la isla. En su fondo más bien llano puede observarse los restos de un lago de lava a modo de un gran y oscuro malpaís. Sorprende la presencia de pinos en el interior de algunos de estos volcanes, formando un bello contraste cromático entre el verde y las negras y lisas laderas interiores de los conos, que a su vez resaltan sobre el caótico, siniestro y agrietado fondo formado por bloques de lava solidificada del Duraznero. Los pinos intentan recolonizar el terreno que hasta mediados del siglo pasado les perteneció. La vida se abre paso paulatina e irremediablemente en medio de la desolación volcánica.

Entre el Volcán Duraznero y el de La Deseada se esconde otro volcán que parece no haber reventado aún, pues no se observa lengua de lava derramada por las inmediaciones, y además conserva la forma típica de un cono volcánico, al igual que ocurre con el destino final de este pateo, el Volcán de La Deseada.

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Para subir al borde del volcán tenemos que superar una larga, polvorienta y desolada piconera que hace acelerar el ritmo cardiaco y la respiración. Una vez arriba podemos bordear totalmente el cráter de este volcán, lo que nos permite disfrutar del desplome de ambas vertientes insulares desde los 1950 m. de altura, situados en el punto álgido de la Ruta de Los Volcanes y de Cumbre Vieja, constituyendo un excelente vértice geodésico con incomparables panorámicas 360º a la redonda.

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Desde el borde sur de La deseada divisamos los volcanes que continúan su periplo hacia la zona meridional de la isla y que sucesivamente van perdiendo altura, como el negro Volcán del Charco (erupción de 1712) y El Cabrito, y lenguas de oscura lava solidificada se desparraman hacia el oeste vomitadas por el Volcán del Charco, rompiendo la continuidad del pinar, bosque que si no fuera por esas oscuras coladas, rodearía completamente el volcán sobre el que nos encontramos.

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Bordeando el cono de La Deseada, contemplamos como las empinadas laderas repletas de pinares se derrumban hacia el mar, y donde no hay pinares es porque los ríos de lava, cuyos testigos actuales son los negros malpaíses, y los volcanes a media ladera los borraron del mapa, como ocurre en el extenso malpaís de La Malforada, testigo actual de un río de lava que avanzó por la vertiente oriental, bajo el Volcán del Duraznero.

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Hacia el norte todavía se contemplan parte del circo cumbrero de la Caldera de Taburiente y su arista oeste marcando el desagüe a través del Barranco de Las Angustias, cerca del Valle de Aridane. Ese panorama de fondo unido al primer plano de esta hilera volcánica que hemos dejado atrás es un paisaje que inunda las retinas y pensamientos de inolvidables sensaciones. La naturaleza se muestra en este periplo volcánico viva y creativa, tanto desde el punto de vista animal y vegetal, como geológico, y esa vitalidad se transmite al montañero.

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El Volcán de La Deseada, un sugerente y apropiado topónimo para la montaña más elevada de esta alargada cadena volcánica, en eso pensamos al permanecer un rato en el altivo vértice del espinazo montañoso que en sucesivos episodios eruptivos ha levantado este lunático relieve en la zona meridional de La Palma. En canarias hay muchos volcanes pero pocos ofrecen estas impresionantes panorámicas y además por partida doble, al elevarse todo este complejo edificio volcánico vertiginosamente, tanto en la vertiente occidental como en la oriental, desde la lejana pero visible costa.

 

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Texto y fotos de Salvador González Escovar.

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Esta excursión puede empezar en Taidía, poblado que se localiza dentro del Valle de Tirajana. También se puede empezar en Santa Lucía, aunque el recorrido resulta algo más largo porque este pueblo se encuentra más abajo en el valle. Desde ambos pueblos, una pista de tierra comienza a subir buscando la vertiente izquierda de este amplio valle que encierra algunas poblaciones, además de las anteriores y prescindiendo de la zona cercana a la costa, también se hallan San Bartolomé de Tirajana y otros barrios dispersos por el fondo del valle. Al aproximarnos a la vertiente aumenta el desnivel y la pista da paso a un sendero que busca el filo de la ladera. Al alcanzarlo nos sorprende entre la sequedad reinantes unos goteríos que destilan en la roca formando unas posas de agua, invadidas por juncos y otras plantas hidrófilas, a un lado del sendero, punto desde el que se observa como otro barranco lateral que se perfila por esta vertiente del valle converge en él, el cual vamos dejando bajo nuestros pies. A partir de aquí el camino sigue subiendo cercano a la arista, y por tanto sin abandonar las cada vez más espectaculares vistas que nos reconfortan con la gran amplitud del valle y de las montañas que lo encierran, como el Macizo de Amurga y parte del de Pilancones, entre los que se abre hacia el sur de la isla el Barranco de Fataga, todo ello en la vertiente opuesta de este valle.

 

Más arriba el sendero muere en una pista y el pinar comienza a ser abundante. Al otro lado del Valle de Tirajana, otro barranco nos separa del siguiente y más profundo Barranco de Guayadeque, cuyo discurrir se adivina en la distancia al divisar la parte alta de sus promontorios laterales

 

11052032_896899973709022_194879762800796232_nSiguiendo hacia arriba hay varias pistas que se dirigen hacia la derecha, hacia la cercana Caldera de Los Marteles, pero ese no es nuestro destino, por lo que hay que seguir subiendo con ligera tendencia a desviarnos a la izquierda para no alejarnos del borde izquierdo del Valle de Tirajana.

 

10988436_896900997042253_7715172256480998371_nLa pista no va justo por el borde, pero alguna que otra vez alcanza degolladas que parecen balcones naturales con vistas al valle, y que superan en gozo visual a la anterior debido a la altitud alcanzada. En una de ellas, existe un desvío que desciende hasta lo que la verticalidad de la ladera le permite, contemplando en este tramo el vistoso Risco Blanco desde arriba y un potente y grueso dique cercano.

 

10351446_896901010375585_20726155516603585_nAl final se acaba la pista y aparece un camino señalizado con mojones de piedra pero que avanza un tanto perdido entre el matorral de codesos, tajinastes, vinagreras, piteras, jaguarzos,… acercándonos al Risco Blanco, pero no llegamos a él por lo perdido y confuso del camino, entre verticales laderas y barranqueras que intimidan, empequeñecen y parecen aislar al caminante.

 

10917111_896900490375637_3598821219397681092_nDe vuelta a la pista principal seguimos subiendo un poco más, dejamos un pequeño cono volcánico y la zona conocida como La Calderilla a nuestra derecha, formando el adyacente terreno de lapilli sobre el que crecen almendros, y poco después llegamos a la zona invadida por antenas, alcanzando la pista asfaltada que desde la cumbre de la isla desciende hasta el Pico de La Gorra, cercano a esta zona de las antenas, conocida como Los Cascajares. Esta pista asfaltada sigue subiendo y llega al Pozo de Las Nieves de los Canónigos, un gran hoyo de unos 20 metros de profundidad donde se almacenaba la nieve en el pasado, topónimo que también da nombre al ya cercano y redondeado roque señalado en el mapa como la máxima altura insular con 1.949 metros, y que llegados a este pozo resulta fácil coronar. Las grandes y numerosas antenas que dejamos atrás y la vecina zona militar rompe el encanto que toda cima debe tener.

 

11062035_896901170375569_1261316312570060687_nMe quedo con los desfiladeros cortados hacia el abismo que configuran la cabecera del Valle de Tirajana, de los escarpados Riscos de Tirajana, entre los que figuran el Cañadón del Jierro, El Campanario y el Roque de la Agujereada, que surgen directamente del fondo del centro-sureste de la isla, y también con las panorámicas hacia el sur tras el Macizo de Amurga, que separa el Valle de Tirajana del de Fataga, y siguiendo con la vista el perfil del Barranco de Fataga se halla en el extremo sur de la isla el complejo dunar de Maspalomas.

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Texto y fotos de Salvador González Escovar.

La Montaña de Tauro, dominada por un pinar canario maduro, alcanza los 1.214 metros de altura sobre el nivel del mar y pertenece al Monumento Natural de Tauro, en la región suroeste de Gran Canaria.

 

206527_148451271887233_4708434_nLa redondeada montaña se eleva entre los barrancos de Mogán, al oeste, y el de Arguineguín, al este, depresiones que a ambos lados de la loma alcanzan su máxima y sobrecogedora profundidad. Bajo la mole se despliega hacia la costa suroeste el Barranco de Tauro, de menor entidad y recorrido que los dos tajos vecinos.

 

216785_148451905220503_1035985_nResulta fácil ascender a la cima de la montaña por un sendero bien marcado y parcialmente empedrado que parte desde cerca del Embalse del Perro, al que se llega por la sinuosa y estrecha carretera que se dirige a los caseríos de Soria y Barranquillo Andrés, localizados en el tramo medio del Barranco de Arguineguín y cerca del mayor embalse de la isla.

 

217433_148451558553871_7705946_nDesde los alrededores de la amesetada y amplia cima de la Montaña de Tauro, las profundas vistas de los tres barrancos que convergen en esta mole montañosa son impresionantes, sobre todo las de las vertientes que se desploman hacia el fondo del Barranco de Mogán y al de Arguineguín, las cuales no solo suponen un brutal hachazo en la corteza terrestre sino que también, tras el inicial shock visual y emocional al asomarnos al abismo, paralizan la respiración y los sentidos de quien las admira desde los filos de los profundos cortados laterales de los respectivos tajos. Atraídos por el vacío espacial a nuestros pies que rodea buena parte de la montaña y por las panorámicas fotogénicas con las que nos obsequia la atalaya de Tauro, pensamos en el más que acertado interés ceremonial y ritual que despertó el lugar desde tiempos de los aborígenes isleños, aunque fuera debido a otros motivos o creencias.

 

206243_148451765220517_236249_nEn horizontes más lejanos se disfruta del encanto visual de una buena parte del parque rural del Nublo y de prácticamente toda la zona sur y oeste de la isla, de las cumbres insulares como el Roque Nublo, del Pico de Las Nieves y de las cimas del Pinar de Pilancones, y también de las presas que alberga esta zona, como la de Las Niñas y el cercano embalse del Salto del Perro, así como del alargado cresterío de Inagua, Ojeda y Pajonales, cuya vertiente sur invadida por el pinar se domina visual y completamente desde esta panorámica y estratégica montaña.

 

216351_148452468553780_5813331_nMirando hacia el oeste se divisan las aristas afiladas y salvajes de los macizos del Suroeste y de Guígui, más allá de los barrancos de Mogán y de Veneguera, con la piramidal silueta de la Montaña Adlobas, y la más extensa y llana cumbre de Horgazales coronando dos de los puntos álgidos de esos respectivos macizos.

 

El macizo de Tauro constituyó en época prehispánica lugar ceremonial y de culto aborigen con algún almogarén levantado a base de muretes de piedras, lo que añade un destacado valor etnográfico.

 

16105639_1375214555877559_4689966817713318617_nSi se quiere alargar el recorrido senderista existen las opciones de avanzar por la cresta que mira al Barranco de Arguineguín hasta enlazar con el empinado y aéreo sendero de Cortadores, el cual nos baja a la ladera oeste del tajo, o también descender a Mogán siguiendo primero cerca de la arista del Barranco de Mogán y luego bajando en marcados zig-zags por su vertiente oriental de Laderones.