Texto y fotos de Salvador González Escovar

Este largo circuito senderista de unos 20 kms. de longitud comienza en el barrio isorano de Chiguergue. Al principio se sigue una estrecha pista asfaltada en dirección sur y ligeramente ascendente, hacia el pintoresco pueblo de Chirche.

La pista se abandona en una curva mediante sendero indicado (PR. 69) y limitado por muretes de piedra de malpaís, en un entorno volcánico en el que prosperan almendros, higueras, tuneras, tabaibas, verodes, bejeques, inciensos, tajinastes, vinagreras, jaguarzos, cornicales y demás plantas de la zona seca.

Al llegar a Chirche, atravesamos el pueblo subiendo y continuamos nuestra dirección por el PR 69 hacia El Jaral, sin llegar a él, pasando por pequeños barrancos en los que dispersos pinos canarios van invadiendo sus vertientes.

Cuando alcanzamos la zona conocida como El Frontón en un cruce de senderos nos dirigimos hacia el Barranco de Tágara mediante el sendero PR. 70, con lo que la subida se hace más evidente y pronunciada siguiendo el límite norte del Barranco del Pozo, bastante más profundo que los otros vecinos que hemos dejado atrás hasta llegar aquí. La amplia panorámica de las medianías y costa isorana se desparraman a nuestros pies, visión que además se alarga en dirección norte hasta divisar los escarpes del Macizo de Teno, más allá de los pinares que pueblan la Dorsal volcánica de Abeque, y hacia el sur destaca la Montaña Tejina, poco más allá de los caseríos de El Jaral, de Las Fuentes y del Barranco de Guaría.

Bastante más arriba llegamos al borde sur del Barranco de Tágara, inconfundible tajo que alberga uno de los pinares más maduros de la isla, amén de su profundidad y de los grandes paredones laterales con los que nos obsequia a este nivel altitudinal.

Continuamos subiendo próximos al borde del barranco en un largo y cansino ascenso entre un tupido pinar, pasando por la casa forestal de Tágara, para tras ello adentrarnos decididamente en los dominios del Barranco de Tágara pero siempre próximos a la arista sur del tajo.

El barranco se atraviesa por su tramo alto, a unos 1.800 m.s.n.m., bajo los descomunales paredones que se desploman desde sus vertientes laterales y desde su cabecera, tajo cuyo nacimiento se encuentra por debajo de la Montaña del Cedro y cerca de la torre de vigilancia de incendios, en un desplome súbito y repentino del relieve visto desde arriba. 

Al cruzar el salvaje cañón por su parte más espectacular, nos sentimos aislados del resto del mundo, invadidos por el silencio abrumador que impera entre estos farallones y que reducen el horizonte vital del caminante a una estrecha y caótica franja, percibiendo a la vez como los viejos pinos canarios, algunos muertos, ennegrecidos y secos pero aún erguidos con sus ramas esqueléticas, tras sufrir los efectos de catastróficos y numerosos incendios ocurridos en la zona, junto a otros con los grandes troncos partidos o arrancados de cuajo y arrastrados por las avenidas torrenciales y por desprendimientos de grandes rocas, nos enseñan que esta descomunal fisura en la corteza terrestre puede suponer tanto un refugio como un cementerio forestal.

Después de atravesar el Barranco de Tágara nos encaminamos, ya con tendencia descendente, al siguiente tajo vecino por el norte, el de Las Pegurias, de menor profundidad que el anterior. Tras cruzarlo bajamos continuamente por la lomada repleta de escobones que lo divide del siguiente barranco por el norte, el del Cedro, llegando tras una dilatada bajada a Chirche, completando el circuito montañero, y desde ahí ya solo nos queda poco más de 1 km. de pateo hasta Chiguergue.