Texto y fotos de Salvador González Escovar.

Estas montañas que rondan los 2.500 m.s.n.m. se elevan en la parte central del dilatado anfiteatro que bordea la Caldera de Las Cañadas del Teide por su sector suroeste, sur y sureste, separando ese parque nacional de los extensos pinares de la zona sur de la Corona Forestal, pertenecientes a los términos municipales de Guía de Isora, Adeje, Vilaflor, Granadilla de Abona, Arico y Fasnia.

El sendero PR TF 86 permite acceder desde el área recreativa de El Contador (1.352 m. de altitud), en el pinar de Arico, hasta el parador de turismo de las Cañadas del Teide, recorriendo una distancia de unos 15 km. (solo ida), aunque también se puede alargar el trayecto e ir desde más abajo, partiendo del casco urbano de la Villa de Arico, pero la zona más interesante paisajísticamente hablando se encuentra entre los dos puntos antes citados.

Partiendo de la zona recreativa, la senda perfectamente señalizada y delimitada con piedras a ambos lados durante todo el recorrido, asciende hacia la Chapa del Contador hasta alcanzar el topónimo conocido por El Cuchillo. La zona de El Contador va quedando abajo y más hacia el este contemplamos la extensa y aplanada Montaña de Los Albarderos mientras al oeste se divisa otra porción de las medianías y costa del sureste de Tenerife, abarcando la mirada hasta la Montaña Roja.

A continuación el camino bordea por la izquierda el vistoso y cónico resalte de El Peñón y pocos metros después, en los Llanos del Peñón encontramos cerca del sendero un antiguo horno de brea, testigo de los aprovechamientos forestales de estos pinares en el siglo XVII.

A poca distancia, tras un breve desvío se encuentra la vieja casa forestal de El Contador, con el atractivo añadido de ser un excelente mirador del sureste insular.

Retrocediendo (aunque también se puede continuar un tramo por la pista de tierra general de Arico, la que une El Contador con Izaña, hasta encontrar un posterior cruce señalizado antes de llegar a la zona de acampada Fuente del Llano) hasta el cruce donde se indicaba la localización cercana del horno de brea, el sendero sigue subiendo hasta cruzar la pista general de Arico (hacia la izquierda, oeste, la pista se dirige al Barranco del Río y hacia la derecha a Izaña) y continuando por la senda en dirección noroeste volvemos a cruzar la pista en tres ocasiones más, hasta alcanzar la Morra del Hueso Caballo, donde otro desvío permite acceder a la cercana zona de acampada de Fuente del Llano. Si no nos desviamos continuamos por la Cuesta de Las Cabras en dirección a Los Riscos, unos verticales y agrietados paredones que sobresalen del pinar que todo lo invade, cruzando después el poco profundo Barranco de La Grieta y posteriormente ascendiendo paralelo a él, hasta llegar al Callao Tornero de Los Riscos. A partir de este lugar la senda se encamina hacia el suroeste, ascendiendo hacia la extensa lomada que corona Los Riscos, llegando después de una larga subida a la parte elevada de esta especie de altiplano conocido como los Llanos de Los Riscos y las Chozas Viejas, que fueron durante un pasado no muy lejano un importante paradero pastoril. La presencia de arcaicos y semiderruidos refugios pastoriles de forma circular y construidos a base de amontonamientos de piedras así lo atestigua; también destacan imponentes y longevos ejemplares de pino canario, algunos de los cuales presentan una importante oquedad en sus gruesos troncos para la obtención de resina.

Este lugar parece la frontera natural entre el pinar con jaras, escobones, jaguarzos, etc… que se torna escaso a mayor altura, y la vegetación subalpina de alta montaña canaria dominada por el retamar-codesar acompañado de rosalitos, alhelís, margaritas del Teide, chaorras del Teide, tajinastes rojos, malpicas, hierbas pajoneras, flores de malpaís, tonáticas… Además el lugar resulta sumamente aislado, mágico y salvaje, con unas extensas panorámicas, sobre todo hacia el este, apreciando como el Barranco de La Grieta bordea la base de esta lomada de Los Riscos; Los Riscos, un lugar entrañable y difícilmente olvidable, donde impera el silencio, la soledad, el sosiego y la paz a la sombra o rodeados por los enormes pinos que hacen que el inmenso y maduro pinar de Arico se despida de nosotros de la mejor manera posible, en nuestro periplo que continúa rumbo a las ya cercanas cumbres insulares.

Las montañas del Roque de La Grieta y Pasajirón ya se observan en lo más alto, separadas entre sí por una leve vaguada o collado.

El sendero asciende ahora por el Topo del Veno, manteniendo a la derecha la Montaña del Palo, en el último repecho antes de llegar a la primera cumbre de la jornada, El Roque de La Grieta, superando la ladera sur de esa primera montaña ascendida. A poca distancia de la cumbre el sendero PR TF 86 se une a la ruta del Filo (sendero nº 8 del parque nacional) pero aprovechando que la cima del Roque de La Grieta está cerca seguimos subiendo hasta el punto más alto del pateo.

Al contrario que la cumbre de Pasajirón, por la que más adelante transita el sendero del Filo, la cima del Roque de La Grieta (2.573 m.s.n.m., habiendo superado un desnivel de unos 1.200 m. desde El Contador) resulta más esquiva, por lo que en los metros finales hay que trepar los resaltes y rocas empotradas en las paredes cimeras, y haciendo honor a su nombre el roque presenta alguna que otra brecha rocosa en su cima.

Momento cumbre de la jornada montañera, en uno de los bordes de este majestuoso y grandioso anfiteatro de forma arqueada que se hunde a nuestros pies, percibiendo la libertad que proporciona la cima de una montaña solitaria como ésta, libertad y soledad que vuela al son de la brisa que acaricia estos roques y de paso mi rostro, respirando el aire ligero y leve de las alturas, aquel que hace flotar mi insignificante existencia plácidamente sobre el vasto territorio lunático y desolado que se extiende hacia el norte, este y oeste, unos 500 metros debajo nuestro, espacio que porta mis pensamientos tan lejos como viaja la mirada y el que me hace divagar sobre tan mágico y entrañable espacio volcánico vomitado por las entrañas del planeta

A mis pies, bajo el abismo de la pared norte, se extiende un entorno lunático, un mundo mineral, virgen, descarnado, desolado y violento, como si el infierno estuviera cerca, espacial y temporalmente, sensación percibida desde aquí arriba, pero por momentos y paradójicamente, diría que me encuentro a las puertas del cielo. Sin embargo, esa aparente violencia consigue trasmitirme todo lo contrario, paz y serenidad.

Las cañadas del Montón de Trigo, la de La Camellita y la de La Grieta yacen en el fondo de la depresión, a un paso de los desolados malpaíses que se extienden hasta la base del Teide, siendo dos de las siete planicies repartidas por la base de este mágico y cautivador circo de paredes verticales.

En este mundo mineral con vida propia en la que resulta difícilmente imaginable cualquier otra forma vital, la primavera normalmente alumbra tardía a estas alturas, pero cuando llega lo hace con todo su esplendor. La belleza del paisaje enmarca la explosión y variedad cromática de las flores de muchas plantas endémicas del lugar, desde el azul o violeta de los alhelís, los tajinastes picantes, las tonáticas, hasta el rojo de los tajinastes rojos, pasando por el amarillo de los codesos, hierbas pajoneras y turgaytes, el blanco o rosado de las retamas, las margaritas del Teide y de las salvias del Teide. Un colorido y un regalo de la propia vida, no solo para el observador sino para perpetuar la existencia de las plantas, pero que parece desproporcionado debido a su belleza, en este entorno tan rudo y duro para cualquier forma de existencia animal o vegetal.

Desde el Roque de La Grieta hacia el este, el Filo de Las Cañadas pierde altura y espectacularidad, la cual se despide con el puntiagudo roque del Topo de La Grieta, formando detrás de él una pared más uniforme y menos vistosa con suaves lomas que abarcan hasta las inmediaciones de la Montaña Cerrilar, cerca del límite oriental del circo, donde da paso a la cabecera del Valle de La Orotava y a las postreras cumbres de Izaña.

Bajamos y regresamos al camino del Filo, continuando en dirección oeste hacia la segunda cumbre de la ruta, la Montaña Pasajirón; para ello ladeamos por la fachada sur del Roque de La Grieta hasta la degollada que lo separa de Pasajirón, y luego el último ascenso de la travesía nos conduce a la cima de esa montaña, de cumbre más bien plana y menos abrupta que la del Roque de La Grieta, rondando también los 2.500 m. de altura, y por tanto con un desnivel medio de unos 500 m. con respecto al fondo de la depresión calderiforme.

Desde la cumbre de Pasajirón el horizonte visual se extiende nuevamente en todas direcciones, y con ella los pensamientos y sensaciones, topándose nuestra mirada con cumbres más elevadas como el complejo Teide-Pico Viejo, Guajara o el Roque de La Grieta, el cual hemos dejado atrás, mientras al sur de la cima la panorámica se desploma con menor sensación de abismo, encontrando el nacimiento del otro ramal del Barranco del Río, que agrieta una parte del pinar de Arico, y sirviéndonos de guía visual para alcanzar la lejana costa y medianías del sureste insular si la claridad del día acompaña.

Al encontrarnos elevados sobre la caldera de Las Cañadas, las retinas vuelven a deleitarse con el salvaje entorno volcánico, apreciando los diferentes matices cromáticos de las sepultadoras lenguas de lava, siniestros y oscuros malpaíses como el Tabonal Negro, desparramado sobre otras coladas más antiguas y que destaca especialmente al surgir del entorno pumítico y pálido que reviste Montaña Blanca, junto al Valle de Las Piedras Arrancadas, más al este, malpaíses que contrastan visualmente con esas pálidas y serenas cañadas pumíticas repartidas a lo largo de la base de la pared de Las Cañadas.

La extensa pared norte del circo es la huella de un deslizamiento en masa de una gran cumbre insular acontecido hace millones de años. Posteriormente, desde hace unos 100.000 años otras sucesivas erupciones volcánicas elevaron el estratovolcán Teide-Pico Viejo hasta alcanzar la altura actual de 3.718 m.s.n.m.

Después de ascender a Pasajirón por su lado oriental descendemos por el oeste hacia la Degollada de Guajara. Ese collado se encuentra entre Pasajirón y Guajara, lugar donde surge un gran tajo que arruga la corteza terrestre y serpentea hacia el sureste insular, el Barranco del Río, delimitando los municipios de Granadilla de Abona y Arico. Barrancos como éste parecen tener vida propia: nacen, se ahondan, se ramifican, hieren la piel planetaria en su dilatado y retorcido discurrir, y finalmente mueren plácida o violentamente en su encuentro con el mar. Son las cicatrices abiertas en la piel de La Tierra. El paisaje no sería lo mismo sin ellos, ejerciendo en mí una atracción especial, aparte de constituir un refugio vital para determinadas especies botánicas amenazadas.

Desde la Degollada de Guajara descendemos al fondo de la caldera siguiendo el tramo utilizado en el ancestral Camino de Chasna que comunicaba antiguamente el norte con el sur de la isla para fines no precisamente montañeros sino más bien comerciales y trashumantes.

Una vez abajo seguimos la pista prácticamente llana de la Siete Cañadas hasta llegar al parador de turismo.

Texto y fotos de Salvador González Escovar.

 

Montaña Pelada es un Monumento Natural del litoral de Granadilla de Abona; se trata de un cono volcánico de importancia paisajística y científica, con unos 2.500 metros de circunferencia o de perímetro del deformado y ensanchado cráter, tanto por su origen como por su morfología ya que constituye una estructura geológica singular asociada a procesos de hidrovolcanismo, en el que la infiltración del agua marina en la cámara magmática origina la erupción debido al aumento de la presión del gas cuando el calor del interior de la tierra transforma violentamente el agua en vapor, y normalmente de carácter explosivo debido a la interacción entre un fluido frío como es el agua marina y otro caliente como el fluido magmático, suceso acontecido miles de años atrás.

Estos edificios volcánicos se encuentran cerca de la costa y en sus materiales aparecen fragmentos de rocas intrusivas que salen al exterior arrancadas por la explosión. Además puede observarse una duna fósil junto al mar en la base de la montaña.

A esto se añade la importancia ecológica de albergar buenas muestras de comunidades vegetales costeras (cardón, cardoncillo), psamófilas (habitantes de suelos arenosos) y halófilas (salinas) como el balancón, uva de mar, lecheruela, salado, camellera, aulaga, lechuga de mar, además de arbustos como el balo, tarajal y la tabaiba dulce.

Un pequeño circuito senderista permite ascender al punto más elevado del cráter por la vertiente oeste de la loma, transitando por sustrato rocoso, y seguidamente bordear el cráter, y también bajar a una recóndita playa, bajo un barranquillo, a modo de desagüe del cráter, apreciando el desmantelamiento erosivo de las pequeñas laderas con la presencia de multitud de recovecos y cuevas estratificadas.

Texto y fotos de Salvador González Escovar.

La ruta describe un circuito senderista, de unos 14 km. de longitud, con principio y fin en el caserío de Las Vegas, localizado en el municipio de Granadilla de Abona, pasando, en este orden, por el Barranco Seco, Pino del Rayo, Pino del Guirre, Montaña Tames y Risco del Muerto.

Esta zona antiguamente era importante para la agricultura debido a la mayor abundancia de agua con respecto a otros lugares del sur de la isla. Así mismo pueden observarse viejos hornos de piedra mimetizados con el entorno, eras, casas cueva, refugios pastoriles levantados a base de piedras, canales de agua e incluso un molino, lo que da idea del interés etnográfico del lugar.

Al poco de comenzar a caminar en suave ascenso percibimos como el pinar va invadiendo viejas terrazas y bancales de cultivos abandonados y cubiertos de jable o piedra pómez, material poroso y ligero que retiene la humedad del suelo.

 Al fondo se divisan algunas cumbres del Circo de Las Cañadas, como la Montaña Guajara, Montaña Colorada y el Roque de La Grieta.

Más adelante, la senda perfectamente señalizada e indicada, atraviesa el Barranco de El Seco y continua subiendo hacia la Montaña Tames, transitando cerca del borde oriental de ese tajo en dirección a esa loma, pasando previamente por el Pino del Rayo (o más bien lo que queda de él, un negro tocón resquebrajado y aparentemente fulminado por un rayo) y el Pino del Guirre, un gran y vigoroso ejemplar de pino canario.

Tras superar el repecho más duro y largo de la ruta, mirando hacia las cumbres, el inmenso pinar de Granadilla de Abona se extiende hasta la vertiente sur de la Montaña Guajara. Igualmente los cortados laterales del tramo alto del Barranco del Río, el siguiente tajo que nos encontraríamos si pateamos hacia oriente y próximo a este recorrido, se adivinan bajo la cumbre de la Montaña Colorada.

Una vez dejamos atrás la Montaña Tames y alcanzamos el punto más elevado del pateo, el sendero comienza a descender hacia Las Vegas, pasando al poco tiempo al lado del Risco del Muerto, tal vez el enclave más espectacular de la ruta, un vistoso y alargado acantilado que rompe la continuidad del pinar canario y que aparece señalizado como zona de escalada.

Poco más abajo la mirada se entretiene en el pinar que se desarrolla en el barranquillo que se ahonda bajo el Risco del Muerto.