Texto y fotos de Salvador González Escovar.

El conjunto del Parque Rural de Valle Gran Rey representa un extraordinario paisaje armónico de tipo rural y gran belleza, donde la erosión ha modelado una peculiar orografía contrastada de fuertes pendientes y fértiles valles. Constituye una muestra viva de coexistencia de hombre y naturaleza en un territorio intensamente abancalado, entre palmeras y construcciones de arquitectura tradicional, de gran valor histórico y cultural.

En los acantilados más inaccesibles se concentra una rica biodiversidad endémica, con abundantes plantas raras y amenazadas, la mayor parte de las cuales están protegidas por la legislación vigente. Otro tanto ocurre con la ornitofauna, que se concentra sobre todo en los acantilados de Argaga y en el charco de Cieno, con especies protegidas de alto interés científico.

Los macizos de La Mérica y los acantilados que franquean Valle Gran Rey constituyen elementos geomorfológicos singulares y representativos.

Mención aparte merece el Lagarto Gigante de La Gomera (Gallotia bravoana) que es uno de los vertebrados más amenazados del Planeta, ya que en la actualidad sólo se conocen unos pocos individuos localizados en el Risco de la Mérica y sus alrededores.

El lagarto gigante de La Gomera es un Lacértido incluido en el género Gallotia, un grupo endémico de las Islas Canarias. Las especies de este género presentan características inusuales o raras en el continente como una dieta preferentemente herbívora, una dentición y un aparato digestivo especializados y cierta tendencia al gigantismo. También pueden emitir sonidos, una capacidad que comparten con las lagartijas ibero-magrebíes del género Psammodromus, con las que además están emparentadas.

El lagarto gigante de La Gomera se distingue a simple vista de otros lagartos gigantes canarios por el intenso blanco que presentan en la garganta y en la región peribucal los individuos adultos. La presencia de una escama extra entre las placas parietales es desconocida en otras especies de la familia. Su coloración dorsal es parda y en los laterales se suceden pequeñas manchas azules. Actualmente los individuos de mayor tamaño apenas sobrepasan los 55 cm de longitud total y 300 g de peso. Sin embargo, y como podrá comprobarse más adelante, podrían alcanzar tamaños muy superiores.

Existen caminatas interesantes dentro del espacio protegido:

Ruta del Barranco del Agua:

Este impresionante barranco surge del bosque de Garajonay. Sin embargo adquiere su verdadera personalidad en un lugar situado entre los pueblos de El Cercado y Las Hayas. El salto existente en el lecho del barranco es sobrecogedor, divide el barranco en dos mundos antagónicos, como si fuera un punto de discontinuidad espacial en la faz de este planeta y en el propio barranco: por encima de dicha caída, el barranco se disfraza de suave y verde vaguada; por debajo de ese brutal y vertical desplome de cientos de metros, dirigido al centro de La Tierra, el barranco parece que fue abierto a hachazos. Pensándolo bien, el susodicho salto debe tener un nombre que por más que busco no encuentro en el mapa.

Si empezamos a caminar en el primero de esos caseríos, podemos descender hasta el fondo del valle de Valle Gran Rey por la ladera sur de este descomunal tajo. A pesar de andar siempre con un ojo puesto en esa tremenda herida en la piel de La Tierra, que se abre al otro lado del camino, éste es bastante ancho, pues fue hecho para las bestias y además está empedrado, lo que nos hace ver su uso tradicional. Algunas palmeras, formando pequeños grupos, piteras, sabinas y más arbustos se aferran a los verticales paredones que parecen advertirnos de la nota de vértigo que presenta aquí la vida mostrándonos las huellas de desprendimientos recientes. Parece mentira que por estas laderas existan caminos que comunican las poblaciones del fondo del valle con las de las alturas.

Al final, entre bellos y densos palmerales, el sendero llega al barrio de La Vizcaína, abandonamos los dominios de este barranco de corto pero intenso recorrido, y penetramos en la parte más baja, ensanchada poblada y fértil del valle.

Para volver a El Cercado, se puede subir por el camino del Lomo de la Laja, que comienza en el Retamal, a poca distancia de La Vizcaína, el cual asciende por la otra ladera del cañón. Nos dirigimos a ese lugar por asfalto. La senda asciende de forma pronunciada, sobre todo al principio, y por supuesto, según se gana altura, las panorámicas del fondo del valle, y también del litoral y del océano flanqueados por sendas y empinadas vertientes, ganan en interés. Nos sentimos espectadores de excepción, cerca del palco presidencial que parece dominar este paisaje.

En la parte alta del barranco, se distingue el camino de bajada por la vertiente opuesta, y por supuesto, la vista se recrea en las entrañas de La Tierra, tapizada de una hilera frondosa y verde y, como no, en las fugas, cortados y andenes que dan forma a un impresionante imperio vertical que se adueña de este barranco de ensueño. En el tramo final, atravesamos la parte alta del barranco, por encima y a poca distancia del salto al abismo comentado al principio de la ruta, que no solo hace que el barranco deje una marcada huella en la corteza terrestre, sino también en las retinas y en la memoria del senderista

Ruta del Barranco de La Matanza:

También desde El Cercado se puede descender por un barranco aledaño al de El Agua, concretamente se trata por el vecino por el este de aquel que converge en Valle Gran Rey. El Barranco de La Matanza, en cuanto a la dimensión vertical nada tiene que ver con su gigantesco vecino de la excursión anterior, más bien, al principio del camino parece una simple barranquera que sigue la cresta sur del grandioso farallón que se abre sobre el fondo del valle. Lo más destacable de este barranquillo son los palmerales y almendros que se extienden por sus suaves laderas y también por el cercano fondo, donde además se forman posas de agua, en las que une puede bañarse. Otro atractivo de esta ruta es el mirador natural que existe al otro lado de este poco profundo barranco, en el punto de máxima cercanía al paredón que se desploma sobre el fondo del valle, teniendo otra interesante perspectiva de ese lugar habitado, encajonado por estos precipicios que cortan la respiración.

Se puede llegar a la Ermita de Ntra. Sra. de Guadalupe, situada en la vertiente izquierda del barranco que venimos siguiendo, la cual se nos antoja bastante lejana de cualquier núcleo de población. Bajo ella, un sendero desciende al cauce del barranco, que a partir de ahora y hasta su desembocadura, a poca distancia del puerto de Valle Gran Rey, cambia de nombre, llamándose de Argaga, y además se profundiza entre palmerales que se encauzan por el fondo.

Si se quiere descender a Valle Gran Rey sin recorrer el Barranco de Argaga, también se puede cruzar el barranco a la altura de la ermita, alcanzar la degollada del Cerrillal, y descender con cuidado hasta el fondo del valle.

Ruta de Teguerguenche:

Desde Chelé, en el fondo de Valle Gran Rey, sube un camino hacia la degollada del cerrillal, situada en el borde de uno de los paredones del barranco. Pasado ese punto el camino se introduce en el Barranco de La Matanza, tajo que no es tan profundo como el vecino de donde venimos. Otro camino atraviesa el barranco y asciende por la ladera opuesta con las opciones de ir a El Cercado y a la Ermita de Guadalupe. Como en cualquier otro barranco gomero, no pueden faltar palmerales en las laderas y en el cauce y alguna que otra construcción de piedra, abandonada y semiderruida, que se mimetiza perfectamente con el paisaje. Es lo que queda de la existencia de las gentes de antaño, dura como el miedo en la que asentaba.

Sin abandonar la ladera del barranco de La Matanza, y dirigiéndonos hacia la costa se llega a otra degollada que nos vuelve a aproximar al grandioso tajo de Valle Gran Rey. Hacia la costa, el Barranco de La Matanza cambia de nombre y se profundiza sensiblemente, llamándose Barranco de Argaga. Nuestro destino se encuentra más cerca del mar, en la postrera elevación que separa en el tramo inferior los dos barrancos a izquierda y derecha, lugar conocido como Teguerguenche. Se asciende a ella resultando su cima una plataforma amplia y ligeramente inclinada hacia el mar. Para encontrar el borde de esta llanura que da al mar y que se precipita sobre la costa hay que continuar andando. Pero merece la pena asomarse al abismo, 500 metros sobre el mismo pueblo de Valle Gran Rey y sobre el fondo del valle. Parece que aquí alguien cortó la Tierra a hachazos. Son muchas ya las vistas sobre descomunales precipicios a lo largo y ancho de la geografía canaria, y la sensación de libertad, conquista y dominio vuelve a ser única. Asomarme a acantilados, que se desploman bien sobre el mar o sobre la plataforma costera, como es este caso, es una droga a la que no puedo renunciar. Se trata de pura adicción a estos lugares de vértigo sublime.

Desde esta privilegiada atalaya se divisa el trazado zigzagueante del camino que asciende del fondo del valle de Valle Gran Rey hacia La Mérica, senda que continua hasta Arure por el borde opuesto del tajo.

Al otro lado del Barranco de Valle Gran Rey, y un tanto escondida mirando desde arriba, se halla la Playa de Argaga, guardada por una larga cala que se prolonga hasta la Punta de Iguala y por acantilados no tan impresionantes y de menor altura que los que se derrumban desde Teguerguenche.

Otro camino sube por el fondo del Barranco de Argaga, y antes de llegar a la ermita de Guadalupe asciende en un marcado zig-zag directamente a las casas de Gerián, localizadas en el borde opuesto del Barranco de Argaga, a poca distancia de la ermita.

Ruta de La Mérica:

Un sendero recorre la cresta oeste del Barranco de Arure, transitando desde el Arure hasta Valle Gran Rey, pasando por la zona de La Mérica, un espectacular acantilado que se desploma sobre la desembocadura del tajo.

El pueblo y palmeral de Taguluche, rodeado por arriba, por el Lomo del Carretón; por el norte, por la recortada lomada de Tejeleche; por el sur, por el imponente Risco de Heredia, un desfiladero que parece detener el latido vital y con ello el paso del tiempo, y sobre el cual nos encontramos nada más salir de Arure en dirección a La Mérica.

Visto desde aquí arriba, Taguluche y su palmeral, parecen capturados en el espacio y en la eternidad mediante los salvajes riscos que los flaquean por todas partes menos por el mar. Al otro lado de ese espectacular panorama el Barranco de Arure excava esta parte de La Gomera, adueñándose del paisaje hasta confluir más abajo con el Barranco del Agua y el de Las Hayas y juntos originar el Barranco de Valle Gran Rey hasta la costa.

Manchas de pinar en las laderas y palmeras en el cauce tapizan el perfil del Barranco de Arure ya que allí donde el terreno permite la existencia de una mínima cantidad de suelo fértil, la vegetación no pierde la oportunidad de asentarse.

La parte más vistosa y profunda del Barranco de Arure comienza bajo el pueblo homónimo, profunda fisura en la corteza terrestre que se desploma sin contemplaciones hasta el recóndito fondo. Palmeras, pinos y bancales encuentran un resquicio para la vida, en un universo vertical donde imperan las fugas, las laderas rocosas y los desplomes de derrubios. Estrechos andenes y el cauce del cañón parecen los lugares adecuados para perpetuar la línea de la vida aguas abajo.

Un barranco es un oasis vital, donde se congrega diversa flora, que en otro caso se encontraría distanciados entre sí; no es raro ver tabaibas compartiendo el espacio limitado por estas arterias vivas con pinares, saucedas y manchones de monteverde, aprovechando estos últimos fuentes o nacientes de las paredes laterales.

Entre las sombras que se proyectan hacia el abismo, el fondo de estos tajos parece un «agujero negro” porque atraen la mirada, los pensamientos y todas las cosas hacia él.

Al otro lado del barranco descarnados y salvajes riscos se desploman directamente al océano a través de vertiginosas barranqueras, enfilando nuestra mirada en un vuelo fugaz y sublime, haciéndonos sentir buenas vibraciones.

Viejos hornos y alguna era junto a una arcaica casona nos acompañan durante la parte final de este aéreo recorrido, antes de descender por la ladera oeste del barranco hasta la población costera de Valle Gran Rey, donde las plataneras parecen resistirse a dar paso definitivamente al turismo.

La amesetada Fortaleza de Chipude se distingue más allá de los dominios verticales del Barranco de Valle Gran Rey, mientras enfrente del Risco de La Mérica la también espectacular lomada de Teguerguenche rivaliza en altura con ese vistoso topónimo. Cauce arriba el cauce de Valle Gran Rey se divide en tres impresionantes y angostos tajos, sobre todo el Barranco del Agua, excavado bajo El Cercado.

La ladera occidental del Barranco de Arure forma el imponente acantilado de La Mérica sobre la costa occidental gomera. Al llegar casi al borde del precipicio marino el camino zigzaguea de manera bastante marcada y como se ha dicho antes desciende hasta el cauce del Barranco de Valle Gran Rey.

 

Texto y fotos de Salvador González Escovar.

Se trata de una franja de terreno acantilado de gran valor paisajístico que se extiende desde Arure hasta los altos de Epina y que constituye el referente escénico de las poblaciones de Taguluche y Alojera, y posee gran monumentalidad e interés geológico y geomorfológico.

El cortado del Lomo del Carretón, catalogado como Monumento Natural en la red de espacios protegidos de La Gomera, se precipita y salva repentinamente el desnivel existente entre la parte más occidental de la masa forestal del Parque Nacional de Garajonay y la base del acantilado, desde la que se abren hacia la costa occidental gomera, escarpados barrancos como el de Taguluche, Guariñén y del Mono, en Alojera, divididos por recortadas crestas como la del Risco de Heredia y la de Tejeleche, constituyendo todo el espacio un conjunto de singular belleza adornado por esbeltas palmeras, que mayoritariamente formando grupos numerosos colonizan las laderas y cauces de los barrancos.

Su riqueza florística y el hecho de conformar una excelente muestra de hábitats rupícolas y risqueros le confiere además valor científico añadido, ya que contiene también especies amenazas y protegidas como la tabaiba gomera (Euphorbia lambii) y una especie de cardoncillo (Ceropegia ceratophora).

Existe un sendero que discurre por los andenes de una parte del acantilado, que es el camino de Las Correderas, que enlaza Arure con Alojera, y otro que desciende vertiginosamente desde Arure a Taguluche por el Camino de Las Vueltas, bajando por la cara norte del prominente Risco de Heredia, el cual parece retener y aislar, en el espacio y en el tiempo, el pueblo de Taguluche y su suculento y vistoso palmeral en la más asombrosa profundidad insular.

Camino de Las Vueltas y de Las Correderas:

Estas dos sendas parten de Arure. El camino de Las Vueltas baja a Taguluche, tras un descenso vertiginoso al principio por el vertical, escarpado y espigado Risco de Heredia. 

El pueblo costero de Taguluche se encuentra enclaustrado por altivos riscos por todas parte menos por el mar; por la izquierda por el Risco de Heredia, por arriba por los andenes del Lomo del Carretón, y por la derecha por la recortada lomada de Tejeleche, formando todo este conjunto rocoso, con su consiguiente desplome, uno de los paisajes más entrañables de esta isla.

El camino, empedrado al principio, desciende en zig-zag, atravesando una pequeña zona de pinar canario y de almagre. Más abajo suaviza su desnivel y penetra en un extenso palmeral que se fusiona con las, un tanto desperdigadas casas que dan nombre a este pueblo, limitado, más que ningún otro, por las verticales laderas que lo encierran. Se puede regresar a Arure por otro sendero, salvando el descomunal desnivel existente entre ambos pueblos, camino que sigue prácticamente una línea recta pendiente arriba, por lo que resulta bastante fatigoso. Este camino enlaza directamente con el Camino de Las Correderas, tramo que une Arure con Alojera, localidad ubicada al noroeste de la isla. 

Este trayecto de Las Correderas discurre por los andenes del Lomo del Carretón, conjunto geológico que destaca por los precipicios y laderas que se turnan a la hora de salvar el desnivel existente entre la alta meseta insular del bosque de El Cedro y la costa. En la parte alta se distinguen pinos y manchones de fayal-brezal. En las laderas, se desarrollan palmerales, pinares, tabaibales, etc..y en los cortados que fusionan los andenes a distinto nivel, solo cabe la existencia de plantas rupícolas, amantes de los riscos y del abismo.

Al principio, el camino desciende suavemente, recorriendo una parte de la longitud de estos andenes de Alojera, permitiendo el Barranco de Guariñén lanzar la mirada a lo largo de su corta longitud hasta el mar. Más allá, se percibe la recóndita costa de Tazo, en el lugar más aislado de esta isla. Cuando tenemos a la vista Alojera, el camino desciende de manera más pronunciada, primero a la carretera, y luego hasta el pueblo.