Texto y fotos de Salvador González Escovar.

Arbusto ramificado y leñoso, con rizoma grueso y tallos de hasta 2 metros de alto, pariente próximo de las cinerarias cultivadas con hojas acorazonadas de color verde oscuro por el haz y blanquecinas por el envés y de hasta 15 cm. de largo y 8 cm. de ancho y con los bordes aserrados. En verano pierde la hoja completamente.

 

Inflorescencias grandes y corimbiformes, agrupadas en el extremo de las ramas, de color morado y el centro de la flor de matiz más intenso que las lígulas. La inflorescencia es muy vistosa, alcanzando los 25 cm. de diámetro. Florece entre mayo y junio, fructificando entre julio y agosto.

 

Esta planta exclusiva de Gran Canaria solo es posible reproducirla por esquejes (aunque al encontrarse estrictamente protegida por la ley esta labor solo la puede llevar personal autorizado), ya que el porcentaje de germinación de las semillas es casi nulo al ser parasitadas por la larva de una mosca, también endémica canaria.

 

Las escasas poblaciones, además con un número escaso de individuos, razón por la que se encuentra en peligro de extinción, se localizan sobre paredones abruptos e inaccesibles, creciendo entre las grietas de algunos riscos de la zona central de la isla situados en la franja potencial de contacto entre el monteverde y el pinar, bajo unas condiciones ambientales de elevada humedad, hechos que en cierta manera garantiza una buena protección natural aumentando sus posibilidades de supervivencia, dentro de las comunidades rupícolas que se desarrollan en dichos paredones.

 

Habita en el sector central de la isla, como en los Roques de Tenteniguada y en la Hoya del Gamonal (Paisaje Protegido de Las Cumbres), y creciendo en altitudes que rondan entre los 1.200 y 1.400 m.s.n.m.

Texto y fotos de Salvador González Escovar.

Desde el Rincón de Tenteniguada asciende este largo recorrido en dirección a la Montaña de la Cruz del Saucillo, pasando junto al Roque Jincado y al Roque Saucillo más arriba y rumbo a la cabecera del Valle de Tenteniguada.

En esta depresión abundan las formaciones rocosas esbeltas y de perfiles recortados. Además de los riscos ya nombrados destacan los Roques Grande y Chico de Tenteniguada y el Roque del Pino, el cual está separado de los dos anteriores mediante el vertiginoso Barranco de La Pasadera, barranco por el cual se puede transitar para volver al punto de partida.

Una pista asfaltada parte desde El Rincón y nos va alejando de las últimas casas y huertos del valle, remontando el Barranco de Coruña. Desde el inicio del sendero en sí, vemos nuestro primer destino sobre nuestras cabezas, el Roque Jincado, sobresaliendo en la ladera por donde subiremos.

Pronto aparecen escobones, tajinastes, bejeques, magarzas, retamas, flores de mayo, cerrajas, matoriscos, inciensos, vinagreras y multitud de otras plantas rupícolas adornando el camino que sube continuamente, y poco más arriba pasamos al lado del puntiagudo y estilizado Roque Jincado tras superar un duro repecho ya bajo la sombra del pinar. El lugar es un primer buen mirador de lo que dejamos atrás, de una parte de lo que nos queda por delante y de los sugerentes rincones paisajísticos guardados en la parte alta del Valle de Tenteniguada.

El Valle de Tenteniguada se despliega hacia su cabecera con los tributarios barrancos de Los Alfaques, La Pasadera, Coruña y El Corte. Así mismo una colección de roques afloran en la parte alta del valle siendo los más famosos los Roques Grande y Chico de Tenteniguada.

Hacia el sur la mirada se detiene en la sucesión de roques que va coronando uno de los bordes del Barranco de La Pasadera hasta llegar al Roque del Pino, entre los que se encuentra el modesto pero pintoresco Roque de La Vela, mientras, a mayor distancia, en la otra vertiente de ese tajo los escarpados y prominentes Roques Grande y Chico de Tenteniguada atraen la mirada, hermanados uno sobre el otro, dos viejas y recias chimeneas volcánicas que han sobrevivido a la persistente erosión durante millones de años.

Después de pasar por el Roque Jincado el sendero sigue subiendo, camino de la lomada que corona un espectacular y alargado paredón que tenemos a la derecha según subimos, formando el límite norte del Valle de Tenteniguada, con unas cuevas y recovecos horadando la base del precipicio, cerca del fondo del apropiado topónimo del Barranco de El Corte.

Al llegar a la lomada encontramos una pista de tierra por la que hay que seguir subiendo camino del Roque Saucillo, que aparece a una distancia considerable y todavía bastante encima nuestro. Al otro lado de la lomada el paisaje se extiende hacia el norte desplegándose más valles en dirección al municipio de San Mateo. En esa dirección el entorno cambia y se torna volcánico en las proximidades de la Calderilla Chica, en una de las vertientes de la Hoya del Gamonal, siendo una caldera explosiva de forma circular y que constituye un buen ejemplo de vulcanismo estromboliano, en el que se alternan las lavas con los piroclastos.

El recorrido ascendente por la pista en el que abundan retamas amarillas es bastante largo y cansino y existen caminos que permiten acortar trayecto mediante atajos. Más arriba la pista se introduce nuevamente en el pinar que no deja ver más allá del bosque salvo cuando pasamos junto al vistoso Roque Saucillo.

Este roque se sitúa en el límite municipal de la Vega de San Mateo y de Valsequillo, dentro del Paisaje Protegido de Las Cumbres y constituye un auténtico hito geomorfológico de la zona. Su formación se debe al afloramiento de vulcanismo intrusivo, es decir, se trata de un pitón sálico que se originó durante la erupción Roque Nublo. El Roque Saucillo es de color marrón claro, por la acidez de los materiales que lo conforman; tiene una altura desde su base de 150 metros y la altitud respecto al nivel del mar asciende hasta los 1.709 metros.

Finalmente llegamos a la base de la cónica Montaña de la Cruz del Saucillo, por encima y cerca de Cuevas Blancas, lo que permite enlazar por aquí con la carretera de la cumbre que viene desde Telde.

Un corto sendero asciende por la parte deforestada de la montaña y en su cumbre existe una gran cruz blanca encima de un monolito.

A una altura de 1.800 metros, casi al mismo nivel que el resto de cumbres insulares, disfrutamos del paisaje en todas direcciones, escapando la mirada más allá de los pinos que nos rodean, hacia la Degollada de la Cruz de Tejeda, la morra de Moriscos y El Teide al fondo. En el plano corto la vista se desliza hasta el fondo de la Hoya del Gamonal, uno de los valles adyacentes al de San Mateo y también sobre la ladera que hemos subido y nos separa del Roque Saucillo. En la costa y medianías destacan la zona capitalina, La Isleta, la Montaña Osorio, Teror, Valsequillo, Telde, Bandama, etc. Hemos superado con creces la altura de los Roques de Tenteniguada y toda la amplitud y profundidad del valle homónimo se divisa desde uno de sus puntos más elevados. De vuelta a la base de la montaña seguimos con nuestro particular circuito senderista. Ahora nos encaminamos hacia la cercana cabecera del Barranco de La Pasadera, descendiendo levemente y bordeando la cabecera del Valle de Tenteniguada, acompañados por codesos, alhelíes, salvias blancas y retamas amarillas.

Al llegar a la citada cabecera el panorama vuelve a ser imponente ya que el pasadizo al abismo se encauza entre los roques Grande y Chico por un lado, y el Roque del Pino por otro, del que contemplamos su aplanada y blanquecina cumbre desde aquí arriba, prácticamente en su vertical. Volvemos a disfrutar de extasiantes, estratégicas y completas panorámicas de una buena porción insular.

A partir de este mirador natural comenzamos a descender de manera pronunciada a través de un paisaje muy espectacular que se encauza entre los tres roques antes citados. Más abajo, el recorrido se dirige hacia la vertiente del barranco donde emergen los roques Grande y Chico, elevados en la arista sur del Barranco de La Pasadera; al pie del Roque Grande, encontramos primero un estanque-cueva labrado en la roca y a una cota inferior una cueva- alpendre que nos recuerda el uso de esta ruta por la trashumancia tradicional del ganado. Junto a este hito etnográfico, unos metros más adelante nos encontramos una era, utilizada antiguamente para el trillado de cereales por los agricultores de la zona y a la vez otro auténtico mirador natural puesto que ofrece una espectacular vista del municipio de Valsequillo

Seguimos descendiendo y alcanzamos la base del Roque Grande, admirándolo desde una de sus perspectivas visuales más atractivas.

A medida que vamos bajando cruzamos el barranco hacia la cara norte. Rápidamente apreciamos como el ambiente torna a una mayor humedad, ya que la orientación del barranco de la Pasadera atrapa la niebla que transportan los vientos alisios. Este fenómeno propicia la presencia de especies como el escobón, el ortigón, el bicácaro, la tacarontilla y la orquídea canaria.

En las cotas más bajas del sendero, los tajinastes azules nos hacen sombra, acompañados de escobones y tabaibas, que alcanzan dimensiones considerables en esta zona. Junta a ellos, van apareciendo cada vez más árboles frutales como castañeros, almendros y nogales.

Continuamos por el cauce del barranco hasta que llegamos al final del sendero donde comienza una pista de tierra y unos metros más abajo nos encontraremos con una galería de agua aún en uso.

A partir de esto punto seguimos bajando por una zona rodeada de parcelas agrícolas hasta llegar a la carretera asfaltada. Aquí aparecen ya las primeras casas del Rincón de Tenteniguada.

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Texto y fotos de Salvador González Escovar.

10544325_903760819689604_3736170684416448759_nEsta ruta comienza en el pueblo de Cazadores, Gran Canaria. El primer tramo coincide con la ruta de «Tenteniguada», trayecto que en una primera parte transcurre por una pista asfaltada y dejando atrás casas dispersas, atravesando la cabecera del Barranco de Los Cernícalos, divisando su tramo más profundo y escarpado. Después de alcanzar el punto más profundo, sin apenas variar de altura, de la vaguada que forma el barranco a este nivel, finaliza el asfalto, junto a unas casas, apareciendo un sendero que circula por la otra ladera, entre pencones y piteras y más adelante codesos que parcialmente invaden el camino. Este camino confluye en una pista, junto a otras casas, lugar que permite contemplar otro barranco vecino, cuyas laderas aparecen pobladas de pinar y codesos, apareciendo bien definidos el límite de ambas formaciones vegetales, y aparentemente no mezcladas. El perfil del barranco, abierto en «V» permite ver buna parte de la costa de Telde, y fuera de él pero también en las tierras bajas destacan la capital insular, La Isleta y pequeñas elevaciones como la Montaña de Bandama.

Si atravesamos la pista y seguimos de frente se llega al borde de la vertiente izquierda de este barranco, y desde ahí se desciende al pueblo de Tenteniguada, en el interior del ancho y humanizado valle del mismo nombre.

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Nuestra ruta sigue la pista subiendo en dirección a la Caldera de Los Marteles. Según ganamos altura las vistas cada vez son más espectaculares y estratégicas, subiendo por el borde del siguiente barranco que muere en el cada vez más lejano fondo del Valle de Tenteniguada, a medida que aumenta el campo visual que ofrece la franja de la isla comprendida entre el sureste y el noreste, destacando en este tramo un mirador natural de los altivos precipicios del valle ya cerca de la Caldera de Los Marteles, altura ganada que también permite recordar con la vista el primer tramo de la ruta atravesando la cabecera del Barranco de Los Cernícalos. Pero bastante antes de eso, al poco de empezar la subida, por supuesto aparecen en la divisoria central del valle, el vistoso, diferenciado y nada desapercibido conjunto de roques formado por el Roque Grande y Roque Chico, hermanados uno por encima del otro.

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Al llegar a la caldera, junto a la carretera, cogemos otra pista, ésta descendente, la cual coincide con un pequeño tramo de la ruta del «Barranco del Cable». Esa ruta formaba un circuito porque rodeaba los dos roques, bajando próxima a la divisoria central, llegando casi al fondo del valle y subiendo por el otro lado de los roques, por el Barranco del Cable, que también converge en este mismo valle, ascendiendo hasta un lugar próximo a la Cruz del Saucillo, situado a mayor altura que la caldera de Los Marteles.

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La pista descendente antes citada se adentra en la cabecera del Barranco de Los Alfaques entre pinos, codesos, cerrajones, bejeques, flores de mayo, alhelíes, etc., tajo de perfil más salvaje, profundo y retorcido que los anteriores, antes de difuminarse en el fondo del Valle.de Tenteniguada, que se ha mostrado absolutamente domesticado y avanzando plácidamente hacia la costa, en contraste con los empinados e indómitos barrancos como éste que se afanan en dejar cicatrices abiertas en la cabecera del valle. 

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Después de esta corta bajada no hay que desviarse por el sendero de la ruta del Barranco del Cable, sino seguir la pista que rápidamente se transforma en un corto sendero que asciende hacia la degollada vecina al Roque Grande, por encima de la base sobre la que se eleva esta chimenea volcánica petrificada que parece vigilar desde esta estratégica atalaya la vida en el valle que se abre y serpentea a sus pies. Desde aquí se divisa el Barranco del Cable al otro lado y el Roque Saucillo en la otra ladera, no contemplado hasta ahora pues permanecía oculto por los Roques Grande y Chico.